top of page

Cuando el evento importa más que uno mismo: Una confesión dolorosa.


ree

A lo largo de todo este 2025 he tenido una sensación persistente: la forma en la que estamos viviendo hoy en día no es vida. Nos la pasamos corriendo, buscando siempre "más". En mi caso, mi cabeza funcionaba en un bucle interminable: más bodas, mejores presupuestos, proyectos más retadores, más experiencia, más destinos.


Pero, ¿qué perseguimos realmente? ¿Cuál es ese vacío que intentamos llenar con tanta prisa?.


Vivimos en un rush constante, brincando de un pendiente a otro, desconectados totalmente de nuestro cuerpo. Y por ese "vivir de prisa", algo que pudo haberse controlado a tiempo, pasó a mayores. Hoy les escribo en mi quinto día de hospitalización.


Todo comenzó hace casi una semana. Sentí los primeros síntomas de apendicitis, pero estaba tan desconectada de mí misma que los confundí con hambre. Cuando el dolor no paró, me fui a dormir esperando que "se apagara" solo, o que un simple paracetamol hiciera milagros a las 4:00 a.m. No me quejé. No quería incomodar.


Pero lo que más me impactó no fue el dolor físico, sino mi reacción mental ante él.

Cuando decidí quedarme en casa el miércoles, tengo que ser brutalmente honesta: no me quería curar por mí. Me quería curar porque tenía un evento el jueves. Mi principal preocupación no era mi cuerpo, ni la fiebre, ni las náuseas; me agobiaba el evento. Hoy, esa reacción me da pena.


Me da vergüenza reconocer que, teniendo la vida básicamente resuelta, rodeada de privilegios, con una casa, familia y un equipo de ensueño, seguía corriendo como si algo me faltara. Me di cuenta de que había olvidado el "amor propio" por estar ocupada haciendo felices a los demás, a las parejas y a los clientes. Vivía de la felicidad ajena, sin permitirme generar la mía propia.

Esta pausa forzada en el hospital ha sido mi maestra más dura.

En este tren de vida agitada, aprendí que antes que mi éxito profesional, tengo que escuchar a mi cuerpo y a mis emociones. Aprendí que nada será suficiente si yo misma no reconozco mi esfuerzo.


Y lo más importante: entendí que no valgo por el tamaño de las producciones que hago, ni por los reconocimientos, ni por mi éxito profesional. Valgo por el simple hecho de ser.


Si me lees y te sientes identificada o identificado, detente. No esperes a que tu cuerpo te grite para empezar a escucharlo. Pasamos años “maltratando nuestro cuerpo” a costa del evento, nos mal pasamos, nos desvelamos, nos estresamos todo por que el cliente sea feliz y nos hemos olvidado que si no nos priorizamos nadie más lo hará. 

Con cariño,

Paula.

 
 
 

Comentarios


01.png

Suscríbete a nuestro Newsletter

FREEBIES, NOVEDADES Y PROMOS DIRECTAMENTE EN TU BUZÓN DE CORREO.  ¿ACEPTAS?

¡Gracias por suscribirte!

bottom of page