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La Verdad Duele: Es Hora de Hablar de las Malas Prácticas en Eventos.



Durante años, he sido testigo de la magia que se crea en cada evento, de la ilusión en los ojos de los clientes y de la pasión que impulsa a tantos proveedores talentosos. Sin embargo, a lo largo de mi trayectoria en la industria de eventos, también he observado una sombra persistente: la normalización de prácticas que, en el fondo, no benefician a nadie. Es momento de alzar la voz con profesionalismo, honestidad y empatía para generar un cambio positivo.

Hace unos días subí un video en Instagram haciendo una parodia de condiciones que establecen algunas locaciones para poder operar eventos, tanto a clientes como a proveedores, me sorprendí con la cantidad de comentarios que decían: “Parece chiste, pero es anécdota”, “Me acaba de pasar algo así” , “Aquí son iguales” y más… yo misma viví una situación muy similar a la del video el pasado fin de semana.  

Es impresionante cómo algunas veces la realidad puede llegar a superar a la misma parodia, y lo terrible es que como sector normalicemos estas prácticas. Como gremio, a veces caemos en la trampa de aceptar ciertas dinámicas como "parte del juego". Retrasos en pagos, malas condiciones para operar, contratos ambiguos o ventajosos, falta de comunicación clara, competencia desleal, e incluso, en algunos casos, incumplimientos que generan estrés e incertidumbre tanto para los clientes que confían en nosotros sus momentos más importantes, como para los propios proveedores que luchan por construir negocios sostenibles.


Es fácil caer en la resignación, pensar que "siempre ha sido así" o que "no se puede cambiar", “así nos contratan”. Pero esta mentalidad nos estanca y, a largo plazo, erosiona la confianza en nuestra industria. Normalizar estas malas prácticas no solo perjudica la experiencia de nuestros clientes, quienes merecen transparencia y profesionalismo absoluto, sino que también crea un ambiente de trabajo precario e injusto para los proveedores, dificultando la colaboración y el crecimiento colectivo.


Entiendo perfectamente las presiones y los desafíos que enfrentamos todos. La industria de eventos puede ser demandante, con plazos ajustados y una alta dosis de estrés. Sin embargo, estas dificultades no deben ser una excusa para perpetuar prácticas que socavan la calidad de nuestro trabajo y la satisfacción de quienes confían en nosotros.



El impacto de normalizar lo inaceptable es profundo:


  • Clientes decepcionados y desconfiados: Una mala experiencia puede empañar recuerdos que deberían ser imborrables. La falta de transparencia o el incumplimiento de acuerdos genera frustración y daña la reputación de toda la industria.

  • Proveedores desmotivados y con recursos limitados: Los retrasos en los pagos afectan el flujo de caja, la planificación y la capacidad de invertir en el crecimiento del negocio. La competencia desleal basada en la reducción de calidad o en prácticas poco éticas, desincentiva la excelencia y la innovación.

  • Un sector con menor credibilidad: Cuando las malas prácticas se vuelven comunes, la percepción general de nuestra industria se deteriora, dificultando la atracción de nuevos clientes y talentos.


Es hora de un cambio de paradigma. Un cambio que comienza con la educación y la toma de conciencia.

Debemos fomentar una cultura de profesionalismo donde la transparencia, la comunicación clara y los contratos justos sean la norma, no la excepción. Necesitamos promover la colaboración entre proveedores, basada en el respeto mutuo y en la búsqueda de la excelencia conjunta.


¿Cómo podemos empezar a construir esta nueva realidad?


  • Educación continua: Tanto clientes como proveedores debemos informarnos sobre nuestros derechos y responsabilidades. Entender el valor del trabajo de cada profesional y la importancia de establecer acuerdos claros desde el inicio.

  • Comunicación abierta y honesta: Fomentar un diálogo transparente entre todas las partes involucradas, abordando cualquier inquietud de manera oportuna y buscando soluciones conjuntas.

  • Contratos claros y detallados: Establecer acuerdos por escrito que protejan los intereses de todos, definiendo alcances, plazos, formas de pago y posibles eventualidades.

  • Valorar el trabajo de cada profesional: Reconocer la inversión de tiempo, esfuerzo y recursos que cada proveedor realiza para hacer realidad un evento. Remunerar de manera justa y en los plazos acordados es fundamental.

  • Fomentar la colaboración ética: Construir relaciones basadas en la confianza y el respeto mutuo entre proveedores, entendiendo que el éxito de uno puede contribuir al éxito colectivo.


Este no es un llamado a la confrontación, sino una invitación a la reflexión y a la acción. Como profesionales de la industria de eventos, tenemos la responsabilidad de elevar nuestros estándares y de construir un sector donde la integridad sea el pilar fundamental. Al dejar de normalizar lo inaceptable, no solo mejoraremos la experiencia de nuestros clientes, sino que también crearemos un entorno más justo, sostenible y gratificante para todos los que formamos parte de esta apasionante industria. Juntos, podemos transformar la sombra en luz y construir un futuro donde cada evento sea una celebración de la excelencia en todos los sentidos.


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